Semanas atrás asistí a un taller de salud mental en el lugar de trabajo. La estructura del taller consistía en una parte teórica acerca de los principales "trastornos psicológicos" y otra parte práctica orientada a ayudar/apoyar a otras compañeras de trabajo mediante los conocimientos aprendidos.
En esta segunda parte se expusieron diferentes casos. Uno de estos era el de un hombre de 48 años que tras varias semanas actuando de forma "diferente", decide contarle a su amigo que actualmente está atravesando un mal momento: inestabilidad laboral, escasa motivación,distanciamiento familiar, pensamientos negativos sobre sí mismo y otras realidades de esas que pesan.
El ejercicio práctico consistía en identificar qué harías tras dicha "catarsis" y qué le preguntarías a tu amigo. Tras ofrecer gran parte de las participantes sus puntos de vistas y posibles preguntas, el moderador del taller señala como respuesta absoluta:"hay que preguntarle si ha pensado en suicidarse o si lo ha intentado"
Tras ciertas caras incómodas, el moderador explicó por qué en este caso particular hay que hacer la pregunta: "sospecha de depresión".
La pregunta anterior es una pregunta valiosa y en muchos casos es necesario/obligatorio hacerla de forma directa y con urgencia. Hacerlo puede llegar a ser vital para miles de personas que atraviesan por situaciones donde encuentran en el suicidio una única salida o la mejor alternativa. Sin embargo esta entrada no es una reflexión acerca del suicidio, ni de las intervenciones en crisis, ni tampoco de la aproximación a la salud mental desde una fórmula lineal - causal. Aquí quiero hablar sobre el nulo énfasis que a veces damos a los tiempos en un proceso de cambio, de psicoterapia, de coaching o incluso en nuestras interacciones con otras personas
Considero que muchos procesos terapéuticos se "desvanecen" por no cuidar los tiempos. Y aquí quiero referirme a lo leído en un libro que aborda la relación terapéutica como una pieza clave de éxito dentro de un proceso de psicoterapia.
"Menos atención en las técnicas ayuda al terapeuta a evitar 2 fallos comunes: quitar la atención en nuestro cliente por estar rumiando nuestra próxima pregunta o hacer las preguntas en momentos inapropiados".**
¿Cómo podemos saber que estamos cuidando este aspecto? De forma muy general estamos hablando de respetar y tener en cuenta que la realidad de la otra persona es distinta a la mía. De diferenciar que mantenerse breve no es equivalente a ir rápido. De intentar cuidar el lenguaje.
Quizás en la conversación debamos retroceder, cambiar de foco o incluso parar por un momento. Hay que "calibrar" y adaptarse a la otra realidad poco a poco creando una relación terapéutica que brinde un espacio seguro para la otra persona.
Una vez adentrados en ese "mapa" del otro, la pregunta ¿has intentando suicidarte o has pensado en ello?, si es que no ha salido ya, puede tener más éxito si lo que buscamos es la reducción del riesgo.
Hay contextos donde no se cuenta con el tiempo/recursos para intentar "adentrarse en el mapa" de la otra persona, al igual que se han de reconocer las distintas formas de trabajar y abordar situaciones de crisis, sin embargo en muchos casos es una cuestión de minutos "preparar el terreno". Es esperar, esperar a que siga hablando, esperar en el silencio, esperar a que se sienta más cómodo y seguro. Go slow... suave.
**Eve Lipchik. Beyond Technique in Solution-Focused Therapy. p. 10.