"Yo solo quiero saber si lo estoy haciendo bien".
Así terminaba una conversación con una persona que atravesaba por un momento complicado en su vida profesional y personal. Su salud en general se había visto afectaba y pronto también su estabilidad laboral. Al explorar conjuntamente su situación en el trabajo, me comentó que la incertidumbre de no saber bien cómo estaba haciendo sus labores lo acechaba frecuentemente, durante y después de la chamba.
Tras varios años de experiencia dentro del ámbito de la salud mental en las organizaciones, la falta de retroalimentación por parte de jefaturas directas suele generar un espacio para la libre interpretación y un oasis para esas voces tan molestas que experimentamos algunos, desde "no soy suficiente" hasta "me van a despedir".
Es cierto que el trabajo tiene significados diferentes según la persona. La esfera laboral puede llegar a ser muy diversa. En algunos casos el trabajo lo es todo, en otros es una mera fuente de ingresos. Para algunos puede ser una actividad monótona sin mayor relevancia, para otros contribuye a su sentido de pertenencia.
Sin embargo, sin lugar a duda, podemos decir que para muchas personas termina siendo una fuente de validación, de reconocimiento, de sentirnos útiles. El trabajo en muchas ocasiones termina siendo parte de nuestra identidad. Ahora, así como puede ser una experiencia que gratifica, también puede ser una mochila muy pesada que cargamos diariamente, que nos termina agotando y machacando, día tras día, haciéndonos dudar de nuestro quehacer, de nuestra valía.
Y empezamos a rumiar, con un diálogo interno del que pocas veces se sale bien parado. Es aquí donde he visto que los puestos de liderazgo juegan un rol importante, y tienen la posibilidad de ayudar a vaciar esa mochila pesada y apoyar a la persona a salir de ese hoyo del que cuesta salir al dudar de nosotras mismas, de nuestros propósitos.
¿Qué tanto te acercas a tu equipo y compañeros para dar una retroalimentación? No hablo de las sesiones y reuniones obligatorias, hablo de ese espacio casual, casi banal, donde nos acercamos a la otra persona y reconocemos su trabajo.
Hay personas que utilizan esos espacios de retroalimentación únicamente para corregir o prevenir, dejando totalmente a un lado otras historias que algunas personas necesitar escuchar, y que son igualmente ciertas y útiles dentro del plano profesional.
En muchos casos las relaciones se ven envueltas en nebulosas con suposiciones del tipo, "él debería de saberlo" o "ella sabe lo que pienso"; pasa en las parejas, en las familias y en el trabajo. En muchas ocasiones quizás la otra persona puede tener una idea, pero necesita escucharlo.
Comments